Mes: noviembre 2009
El caso del rinoceronte deprimido en Santiago Negro
Gracias a las fraternidades y debates de Santiago Negro acabo de descubrir al novelesco héroe del chileno Bartolomé Leal, Tim Tutts, un detective keniata que resuelve casos en Nairobi. Su última y peliaguda misión lleva por título El caso del rinoceronte deprimido. Sucede en un lodge, en mitad de la selva. Se lee con asombro y, en muchos pasajes, con una sonrisa…
Los hombres que no amaban a las mujeres
Lo malo de ser Stieg Larsson, autor de Los hombres que no amaban a las mujeres, (Destino, 2005) es que se murió antes de ver el éxito de sus libros. Sin embargo, no se trata éste de un triunfo fugaz de temporada, de esos que cuando pasa el verano ya nadie lo recuerda. Larsson es un poco más y esta primera entrega de tres novelas bajo el título de Millennium también lo es. La historia gira en torno a una investigación con tintes periodísticos sobre la desaparición de Harriet Vanger, una mujer perteneciente a una familia millonaria y por ende poderosa.
Retazos de historia de Pedro Rivero Jordán
La lectura de Retazos de historia me ha transportado a otra época, cuando el fútbol era un juego noble que contribuía a la sociabilidad de los pobladores, a las relaciones de individuos y barrios, a la movilidad social entre el campo y la ciudad, y a la diversión sana, apacible, propia de una sociedad rural y patriarcal. Las fiestas religiosas y cívicas constituían los grandes acontecimientos que, a nivel popular, marcaban el calendario de Santa Cruz. Desde 1910, el fútbol se incorporó a los ritos sociales del pueblo camba: los carnavales, los buris, las serenatas, las misas, las novenas, los desfiles patrióticos y las tertulias. Rivero Jordán nos cuenta que los dos primeros equipos de fútbol – Los Rosas y Los Celestes – competían los domingos en canchas improvisadas en potreros (aún no había estadios) y a ese acontecimiento social asistían las familias patricias, la gente humilde, los estudiantes, las peladas en edad de merecer, los cortejos, las colonias de inmigrantes extranjeros, los campesinos, peones y artesanos de la villa, todo ello amenizado por la banda de Mateo Flores.