Ecdótica https://ecdotica.com Tu Librería Digital Tue, 12 Mar 2024 14:18:30 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.2.2 204823241 Gaby Vallejo: la jefa del aquelarre https://ecdotica.com/gaby-vallejo-la-jefa-del-aquelarre/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=gaby-vallejo-la-jefa-del-aquelarre Tue, 12 Mar 2024 14:18:30 +0000 https://ecdotica.com/?p=14366 Por Rosalba Guzmán Soriano Conocí a Gaby alrededor de mis 16 años cuando fue a visitar a mi padre Augusto Guzmán (1903-1994), uno de los más importantes escritores del siglo XX, junto con Adolfo Cáceres (1937-2023), otro escritor notable que nació unos años antes que Gaby (1941-2024). Ambos cumplían años en septiembre, ella el 24 y él el […]

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Por Rosalba Guzmán Soriano

Conocí a Gaby alrededor de mis 16 años cuando fue a visitar a mi padre Augusto Guzmán (1903-1994), uno de los más importantes escritores del siglo XX, junto con Adolfo Cáceres (1937-2023), otro escritor notable que nació unos años antes que Gaby (1941-2024). Ambos cumplían años en septiembre, ella el 24 y él el 27, y murieron con una diferencia de solo un mes. Adolfo era un hombre serio, cordial, de fino humor, un tanto callado, Gaby era un volcán, nunca estaba quieta, fue gestora, promotora, fundadora y/o presidenta nacional e internacional de múltiples organizaciones ligadas a la literatura infantil y de adultos como el IBBY – Bolivia ((International Board on Books for Young People), la biblioteca infantil T’uru Chapitas, el PEN Bolivia, Centro del PEN Internacional, el ABOLEC, (Asociación boliviana de la lectura) parte del IRA, el Comité de Literatura Infantil, la Unión Nacional de Poetas… imposible nombrar todas.

Se jubiló tempranamente siendo docente de la Carrera de Idiomas en la Universidad Mayor de San Simón porque renunció a corregir tantos trabajos de estudiantes, tantos exámenes. Sentía que necesitaba ese tiempo para leer literatura nacional e internacional, para conocer a los nuevos escritores y viajar por el mundo. Por eso dejó esas prosaicas y fatigosas labores pedagógicas que se lo impedían.

Vuelvo al origen del encuentro con Gaby Vallejo, esta mujer que me marcó desde el inicio. Recuerdo que había publicado su primera novela “Los vulnerables”. Una obra, que, si bien habla de la guerrilla urbana, toca la médula de lo que uno arriesga y debe encarnar en las elecciones que hace en la vida. La mujer y el territorio de su cuerpo como espacio del placer y de la muerte. Temáticas que siempre van juntas en su escritura, una especie de leitmotiv que atraviesa su obra, y como la de todos, también su vida.

En esa época, pocas mujeres bolivianas eran capaces de relatar en sus libros escenas descarnadas de sexo, violencia, placer y horror. Mi padre me llamó para decirme “esta obra, todavía no puedes leer”. Y por supuesto, como no hay nada que avive más el deseo que la prohibición, me escabullía en su cuarto, para sacar el libro a escondidas y leerlo sorprendida de cómo era posible nombrar lo innombrable. Me quedaba despierta horas pensando en las escenas leídas. El efecto que tenía su escritura era muchísimo más fuerte que cualquier película. Ella inauguró mi interés por la política, acusó mi sentido crítico, mi sensibilidad social, iluminó mi alma y mi cuerpo.

Cuatro años después ganó el premio Nacional de Novela Erick Guttentag (1977) con “Hijo de Opa”, alguna vez escuché decir que el jurado se sorprendió al descubrir que fuera de una mujer. Esta obra fue llevada a la pantalla grande por Paolo Agazzi, con el nombre de “Los Hermanos Cartagena”, otra novela más que habla de la historia de Bolivia a través de personajes que están marcados por sus propias historias personales, y que son el fruto de lo que nunca lograron elaborar de otra manera. Me quedó de “Hijo de Opa” una de las últimas escenas, cuando los sicarios de la política de los gobiernos de facto, de los de la derecha, contemplan al pueblo en las calles festejando la caída del gobierno y la recuperación de la democracia, con la certeza de que también en ese o en cualquier nuevo escenario político, de derecha o de izquierda, ellos siempre tendrán trabajo asegurado. La historia le da la razón.

Así era Gaby, decía lo que pensaba, lanzaba la flecha sin dubitar, directo al corazón de la opinión pública, de los políticos, de los padres, de las mujeres, de los hombres, de todos los que usaban el poder para su propia satisfacción en detrimento de los que estaban bajo su dominio. Ella decía que la rabia la movía y la conmovía, pero indudablemente, también el amor a la infancia y la admiración por las mujeres y sus logros.

En Bolivia refundó el PEN (Asociación Mundial de escritores) que había quedado sin funcionar por varios años, cuya actual labor se realiza a través de varios comités: El que denuncia y tramita la liberación de escritores en prisión, el comité de mujeres escritoras, el comité por la paz, y el de los derechos lingüísticos. Gaby reinició el PEN Bolivia organizando el Comité de Mujeres Escritoras y con este comité fundó la revista Teluria, en la que se publicaron cuentos, poesías y ensayos de escritoras de todo país. Pero además promovió a las ilustradoras, pintoras y artistas invitándolas a ilustrar la revista. Algunas de ellas ahora nos representan a nivel nacional e internacional, como Alejandra Alarcón y María Laplaca entre otras.

Siguiendo esa trayectoria el 2014 publicó ¡Basta!, una antología con treinta y nueve microcuentos de escritoras bolivianas denunciando la violencia contra la mujer, publicado por la Fundación Iberoamericana del PEN Internacional, el PEN Internacional Women Writers’ Committee y el Comité de Escritoras del Pen Bolivia.

Esa era la Gaby revolucionaria, contestataria, la que escribía con las vísceras. Esa, me enseñó a no quedarme callada, a no asumir cosas en las que no creo, a rebelarme y revelarme.

Pero cuando hablamos de la literatura infantil Gaby para mí, es la jefa del aquelarre, porque todas las brujas escritoras que descubríamos nuestro poder creador, estábamos imbuidas de algún modo por su magia.

La Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, le brindó un homenaje el 2021, en plena pandemia. Entonces escribí lo que sigue para mi amada jefa del aquelarre que conmovida me pidió que le enviara este escrito:

La jefa del aquelarre guarda en su interior la energía del universo y la luz de las estrellas, agarra su varita mágica, y decide ser el hada madrina para bautizar los nuevos libros que lee. Ella descubre nuevos escritores de quienes habla, a quienes escucha atentamente, a quienes festeja con sus cometarios siempre agudos, generosos y honestos, despertando a los personajes que andan en los rincones por donde las letras enmarañadas hacen sus propios enlaces.

La jefa del aquelarre, tiene una cueva y un séquito que la sigue por todos partes, las “T’uruchapitas. Ellas administran una biblioteca infantil, escuela para brujos y brujitas que van a leer, esos libros fantásticos, de terror, de fantasía, algunos tristes y otros para morirse de risa, libros nacionales e internacionales, pero todos escritos respetando la infancia como tal, sin adultomorfismos, ni pedagogismos ni moralina. Libros con bellas ilustraciones, obras con propio encantamiento. 

Ella, la jefa del aquelarre tiene una gran cartera en la que mete libros grandes y chiquitos, gruesos y delgados, pesados y livianos, muchos, muchos, muchos libros, de las brujas y brujos escritores de literatura infantil y juvenil, y los lleva por el mundo para que nos conozcan y nos lean. Coge su escóbula en secreto, porque es muy discreta, (apenas algunas la vemos dar vueltas por la luna llena, cuando ella nos lo permite), y luego aparece en Colombia, en Venezuela, en china, en Atenas… Gana todos los premios porque es supertalentosa, pero promueve a muchos otros y acompaña a las brujas elegidas a los encuentros internacionales del IBBY en cuya lista de honor también estuvo. En realidad, ese es el aquelarre universal.  Así estuvo presente en todos los Congresos mundiales del IBBY y en muchos de ellos aplaudiendo a quienes estuvimos también en las listas de honor de tan importante evento. En México acompañando a Charito Moyano y luego en Atenas conmigo, ella y su séquito actual, de brujas Casilda, Evelín, Lastenia, Olga, por nombrar a algunas que la suelen acompañar a hacer barra por Bolivia con generoso entusiasmo; porque de siglo en siglo ese séquito, cambia se renueva, o vuelve a reencarnar.

La jefa del aquelarre fue a recibir ese honor para Isabel Mesa en Copenhague, ya que ella no pudo hacerlo en persona. Gaby volvió a Bolivia portando esa estrella para Isabel.

Además de su escóbula, ella se monta en aviónulos que la llevan por todos los países, y trénules, y búselus y bárculos, y camiónules…. Y así es como visita la gran muralla china, o el Partenón, o las pirámides de Teotihuacán, visita a los niños de las cárceles, o las familias de los cerros marginales de la ciudad, o a los ancianos, o a los indigentes, o las señoras de las archicofradías, o a los defensores de los derechos de cualquier cosa, especialmente si se refieren a los derechos de las niñas o las mujeres.

La bruja del aquelarre llega a todos los lugares inimaginables llevando y recogiendo a la vez historias, cuentos, anécdotas, sueños, esas cosas que atesoran las brujas, y que a la bruja mayor no le faltan nunca. Luego en noche de luna llena, cuando los búhos ululan en el lenguaje de la sabiduría, ella saca al medio de su jardín secreto un enorme caldero y en medio de mágicos efluvios de inspiración, pasiones condensadas por años y contestario desenfado elabora sabrosas novelas, cuentos, historias, artículos, críticas, diarios de viaje, todo lo que se le antoja crear, abriendo de ese modo espacios para el intercambio de magias.

Ya revelé tu secreto querida Gaby, entrañable amiga, la Academia festeja tu vida en este día junto a este pequeño grupo de personas presentes que te amamos, en esta célebre casa de Augusto Guzmán, como tú dijiste cuando te avisé que aquí sería este homenaje, y junto a familiares y cientos de escritores amigos tuyos, y admiradores que se conectaron desde distintos tiempos y espacios para aplaudirte.

Brindamos pues por ti, por tu vida y por otros 999.999 millones de años de creación literaria y promoción de la lectura.

Así pues, mi jefa del aquelarre, mi escritora predilecta, mi amiga entrañable, estará por siempre en mi corazón, y estoy segura, que a veces, solo algunas veces, la veré cruzando la gran cara de la luna.

Fuente: Suplemento Cultural El Duende 

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El hombre y la naturaleza en “El cóndor en el agua” de Yuri Soria-Galvarro https://ecdotica.com/el-hombre-y-la-naturaleza-en-el-condor-en-el-agua-de-yuri-soria-galvarro/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=el-hombre-y-la-naturaleza-en-el-condor-en-el-agua-de-yuri-soria-galvarro Fri, 08 Mar 2024 16:57:45 +0000 https://ecdotica.com/?p=14331 Por Maurizio Bagatin El hombre y la naturaleza son el mar más profundo, el mar de los apodos de los seres humanos que dicen todo y simplifican todo lo que somos. “El mar es el infierno” que no permite al hombre el olvido de los dioses, no ofrece la memoria del poeta. El mar es […]

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Por Maurizio Bagatin

El hombre y la naturaleza son el mar más profundo, el mar de los apodos de los seres humanos que dicen todo y simplifican todo lo que somos. “El mar es el infierno” que no permite al hombre el olvido de los dioses, no ofrece la memoria del poeta. El mar es el Mito con su fuerza y su violencia. A veces parece que fuera un cuadro, pero abstracto, de Brueghel el Viejo o de El Bosco. Dragones marinos y sirenas de los cuentos de nuestras infancias. El mar es la sal de nuestra sangre y el origen de la vida. Es el final del ciclo vital donde todo tienen que volver.

La novela de Yuri Soria-Galvarro posee toda esta potencia y el Mito que la preserva, la guía, la conduce y la destruye. Adentro de su fuerza está también su debilidad, la del hombre y de sus acciones, mezquinas u heroicas, en fin, siempre humanas. La novela contiene Tritón que desafía a Poseidón, el hombre que lucha contra la naturaleza, el yo que encara el otro. Mas que todo, nuestra eterna dicotomía.

El hombre y la naturaleza se encuentran y se enfrentan, son dos fuerzas que se atraen y se repelen, amor y odio siempre en el hilo de una navaja perenemente inestable, insegura y siempre inquieta.

La simbología se puede destilarla en las palabras que atrapan hasta el final de la narración. Novela de vivencia que nos rebota de un cuento infantil a un Nobel de literatura, nos devuelve nuestra juventud y nos madura de repente, siempre intentando encontrar un equilibrio, que será siempre precario, siempre ondulando, propio como lo hace el mar.

Fuente: facebook.com/raquel.valverde.100

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Dennis Lema Andrade, la arquitectura de una novela https://ecdotica.com/dennis-lema-andrade-la-arquitectura-de-una-novela/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=dennis-lema-andrade-la-arquitectura-de-una-novela Fri, 08 Mar 2024 16:25:09 +0000 https://ecdotica.com/?p=14325 Autorretrato con la oreja vendada. Así se llama la primera novela de Dennis Lema Andrade, quien nació en Cochabamba en 1986 y estudió arquitectura, profesión que ejerce desde hace 13 años porque, como él mismo dice “es un oficio compatible con la literatura, el arte y la cultura en general”, y piensa que la “calidad […]

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Autorretrato con la oreja vendada. Así se llama la primera novela de Dennis Lema Andrade, quien nació en Cochabamba en 1986 y estudió arquitectura, profesión que ejerce desde hace 13 años porque, como él mismo dice “es un oficio compatible con la literatura, el arte y la cultura en general”, y piensa que la “calidad del diseño es proporcional a la calidad de lecturas, viajes, reflexiones y experiencias que un arquitecto acumula.” Ahora se apresta a publicar su primera novela.

– Si bien esta es tu primera novela, ¿desde cuándo escribes, por qué te decantaste por ese género?

Escribo desde la adolescencia. Comencé con canciones melodramáticas que tocaba en la guitarra, encerrado en la cocina de mi casa, y con cuentos peligrosamente autobiográficos que, de salir a la luz, habrían ofendido gratuitamente a varios parientes y amigos; continué con un par de guiones de cortometrajes y el 2013 llegué a un acuerdo con algunos periódicos para que me publicaran, una vez al mes, artículos sobre política, cine, literatura y urbanismo.

Terminé de escribir esta novela el año pasado. Me decanté por ese género porque la historia que quería contar tenía muchos temas y personajes y necesitaba un espacio vasto para su desarrollo.

– ¿Cómo surgió la idea para esta novela?

Me resulta muy interesante, principalmente muy graciosa, la composición y la dinámica de la sociedad actual, donde los nuevos ricos -individuos de fisonomía octogonal ocasionada por el exceso de pesas, que visten gorras y buzos brillosos y coloridos y manejan autos de lujo- tienen arrinconadas a las familias de alcurnia, que a pesar de haber dilapidado su herencia y vivir con grandes aprietos económicos, se aferran con uñas y dientes a su polvoriento apellido español y miran con desprecio a los advenedizos. Una sociedad donde la corrupción forma parte de la genética de hasta el más inocente de sus habitantes, administrada por una fauna de personajes turbios que abusan del poder y dedican todo su tiempo e imaginación para robar y extorsionar a la gente. Esa realidad, trágica y cómica a la vez, me proveyó abundante material para construir esta novela.

– ¿Te consideras un lector? ¿Qué lees habitualmente?

No es posible aspirar a ser un buen escritor sin leer con constancia. Aquello no es difícil, porque la lectura es una fuente de placer del más alto nivel. Sin embargo, es importante ser rigurosamente selectivos. Hay que cortar con machete la maleza abundante de oferta mediocre de libros escritos por especuladores de la astrología,conferencistas motivacionales o coaches vende-humo, cuyo pobrísimo contenido no hace más que propagar la banalidad y el esnobismo, y quedarnos sólo con los escritores que despliegan un gran talento narrativo y un trabajo arduo de investigación y traslucen una visión política y filosófica.

Actualmente alterno las novelas con libros de historia y ensayos. Ahora estoy leyendo “Antología de la crítica y el ensayo literarios en Bolivia”, de Mauricio Souza, y continuaré con “Opus Nigrum”, de Marguerite Yourcenar.

– ¿Cuál es tu universo de afinidades?

En mi caso, a pesar de los maravillosos libros de Stevenson, Salgari y Dumas que mi papá me regaló en la adolescencia, debo reconocer que la novela que me enganchó definitivamente con la lectura es El Graduado, de Charles Webb, que narra la historia de un muchacho huraño que tiene una relación clandestina con la amiga de sus padres, la atractiva Miss Robinson, de quien luego se separa y convierte, sin mayor remordimiento, en su suegra.

Recuerdo que de allí pasé a leer con gran entusiasmo a Bryce Echenique, divertido con la ironía con la que aquel gracioso escritor peruano describe a la oligarquía de su país, y conmovido por los desencuentros y accidentes amorosos que sufren sus melancólicos e ingenuos antihéroes.

Hablando de antihéroes, confieso que la obra del cineasta Woody Allen me influyó enormemente. En lo literario y en lo personal. Me resultan conmovedores los personajes de sus películas: seres neuróticos, verborréicos y a la vez tartamudos, capaces de mantener una conversación de altura sobre cualquier tema intelectual, pero bastante torpes para tratar con la gente común; individuos melancólicos a los que les va bien en alguna ocasión, pero nunca tan bien, que progresan lentamente, con mucho esfuerzo y constantes retrocesos, que no son tan atléticos –su principal ejercicio es jugar dominó, y reemplazan las flexiones por ataques de ansiedad-, ni tan simpáticos –bastante feos, en realidad-, y que caminan con un libro en la mano.

Este maravilloso judío desgarbado vive y nos enseña a vivir despojados de cargas inútiles. Reconoce abiertamente que no comprende ni busca comprender este raro hecho de existir, y simplemente decide disfrutar la vida mientras dure. Tampoco cree en ese dios de vapor en quien se aferra la gente, lo desafía constantemente y lo define como un personaje de ficción que juega a las escondidas y representa un lujo que no quiere pagar. En un artículo escribí que Woody Allen expresa, con simpleza y precisión, todas las dudas, rencores y miedos que yo tengo, y lo desorientado que me siento en este mundo enrevesado, donde el analfabeto de mi vecino –un baboso que escupe en la acera y tira su basura en el parque del frente- se volvió millonario vendiendo Herbalife.

En un plano más serio, la obra de Vargas Llosa me parece extraordinaria. Denota mucho talento, pero principalmente un trabajo arduo e incansable. Sus novelas denuncian atropellos descomunales a los derechos humanos y a la vez informan e instruyen a los jóvenes de las nuevas generaciones, nacidas en democracia, sobre la difícil vida en tiempos de botas, calabozos y toques de queda.

Dennis Lema Andrade

– Al ser hijo de Gonzalo Lema, un consagrado escritor, ¿consideras que esa relación de parentesco y, supongo también de magisterio, te impulsó a escribir esta novela?

Sí, totalmente. Vivo en un entorno literario desde que nací. Hay una maravillosa biblioteca en casa de mis papás, con algo más de dos mil libros ordenados según la nacionalidad del autor. Tenemos ejemplares valiosos dedicados por Vargas Llosa, Ernesto Cardenal, Bryce Echenique, Mitre, Shimose, Terán Cabero, Luis Antezana J., entre numerosos otros, también una edición de El Quijote de principios de mil novecientos, un imponente volumen editado por el presidente Bautista Saavedra en el primer centenario de Bolivia y otras joyas que, guiado por mi papá, leí a lo largo del tiempo y que poco a poco me incentivaron a escribir.

– ¿Cuál es tu método de trabajo a la hora de escribir?

Parto de la premisa de escribir por placer, sin obligación ni presión de ningún tipo, consciente de que la verdadera retribución no está en un premio, una publicación o un momento de fama, sino en el acto mismo de escribir. Desde ese enfoque, escribo un poco cada día, en distintos horarios y en el lugar donde me sea posible: en mi oficina, en mi departamento, o incluso en el auto mientras mis hijas pasan clases de ballet o natación.

– Refiérenos brevemente el argumento de la novela

La novela describe un país caótico -en el que cholets surrealistas se abren paso a codazos entre aburridos edificios de arquitectura occidental, incluso en los quartiers d’élite- donde una fauna de jailones acomplejados, arribistas astutos, monarcas aimaras, voluptuosas mujeres de moral distraída, extranjeros cazafortunas, políticos de caricatura, paramilitares nostálgicos, suegros atropelladores y otros personajes turbios se seducen y se estafan con sorprendente facilidad.

El personaje principal, Vicente Urquidi -un glotón sin etiqueta, más parecido a Vince Vaughn que a James Bond-, realiza una reflexión honesta -“un autorretrato real, sin maquillaje, con una sombra de barba y la oreja vendada, cual Van Gogh en Arlés…”- sobre el verdadero significado de la familia y el uso valiente del cernidor para desechar a parientes problemáticos y rodearnos sólo de aquellos individuos imperfectos que nos inspiran confianza y cariño auténtico y que felizmente no comparten nuestro apellido.

– ¿Qué aspecto de la novela te atrae más?

Me parece interesante la relación que Vicente Urquidi tiene con su madre, la Tarántula. Ella primero estuvo casada con el General Barrientos y luego con Waltico Urquidi -un mediocre y borrachín pintor tarijeño que aspiraba a pintar y vivir como Monet-, quien, igual que el militar, murió en un accidente, sólo que muchísimo menos espectacular: un resbalón con una tapa de cerveza en una fiesta de pueblo.

La Tarántula siempre trató mejor a la hija que tuvo con Barrientos que a los hijos que tuvo con el pintor, Vicente y la díscola Alejandra -que para su pesar le salió lesbiana-, y generó en ellos un resentimiento que se fue cargando con los años y le pasó factura cuando se puso viejita.

– Finalmente, cuéntanos acerca de tus proyectos literarios

Tengo planificado publicar, dentro de tres años, un libro con cien artículos de prensa. Así mismo, estoy trabajando en una novela sobre una familia de psicólogos que poco a poco va tomando forma. Entre tanto, Autorretrato con la oreja vendada se presentó en el Club Social de Cochabamba el jueves 14 de marzo. Después, tengo programados pequeños conversatorios en distintas librerías de Cochabamba, La Paz y Santa Cruz.

Fuente: Suplemento cultural El Duende

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Nocturno en La (espera) mayor –‘El sonido de la muralla’ y el silencio de la espera– https://ecdotica.com/nocturno-en-la-espera-mayor-el-sonido-de-la-muralla-y-el-silencio-de-la-espera/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=nocturno-en-la-espera-mayor-el-sonido-de-la-muralla-y-el-silencio-de-la-espera Thu, 07 Mar 2024 16:49:56 +0000 https://ecdotica.com/?p=14322 Por Carla Aquize Miranda Ver que el resto del mundo se mueve y no hacer nada. Saber algo que puede cambiar tu vida y no hacer nada. Resignarse a esperar, aun sabiendo que nada llegará, y no hacer nada. Pero en medio de toda espera siempre hay un momento de reflexión; un momento de silencio […]

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Por Carla Aquize Miranda

Ver que el resto del mundo se mueve y no hacer nada. Saber algo que puede cambiar tu vida y no hacer nada. Resignarse a esperar, aun sabiendo que nada llegará, y no hacer nada. Pero en medio de toda espera siempre hay un momento de reflexión; un momento de silencio y de suspensión del tiempo en el que, aun cuando nada está pasando, ellos son capaces de entenderse a sí mismos –y, a pesar de eso, decidir seguir esperando; entender que no hay nadie que no esté esperando–. Eso es El sonido de la muralla, de Rodrigo Urquiola (Kipus, 2015). Una novela que narra, a través de los ojos de una niña, la invasión a la casa de una familia y la espera que esto supone; espera para que alguien resuelva algo, para que alguien abra la puerta de una casa que ya no es suya. Pero esta sencilla historia supone una forma de complejidad que desvela un imaginario que, a pesar de estar a simple vista, se encuentra escondido en el fondo de nosotros mismos y que solo es posible escuchar si se está en silencio.

Por eso, El sonido de la muralla es, también, la expresión de una narrativa: la de la espera. La espera es recurrente en lo que podemos llamar un imaginario paceño (ciudad a la cual pertenece el autor y, además, ciudad donde se desarrolla la novela). Sin embargo, hay que destacar que en esta novela la espera no solo es temática, no solo los personajes esperan físicamente, sino también es procedimental: la novela habla sobre la espera, pero también es la espera, y se construye a partir de esta con un lenguaje reflexivo, lento y que recuerda al poético.

El paso del tiempo, el paso de las palabras y el paso del pensamiento se desfasan, dentro y fuera de la novela, como solo puede ocurrir mientras se espera: el tiempo se detiene, las palabras se silencian y el pensamiento se acelera. Esta novela es la espera, pues está hecha con pedazos de una memoria a la que nunca se accede, con lapsos de tiempo que no avanzan y con sucesos que nunca ocurren. “Opté por el silencio. Volví a contar hasta cincuentaidós y, en lugar de decir cincuentaitrés, bostecé. Todo lo que había alrededor de nuestros cuerpos era oscuridad” (pág. 148).

Pero más importante que la espera en sí misma es la narrativa que supone, pues esta va más allá de los límites de la novela y se transforma en una narrativa paceña, es decir, que consciente o inconscientemente sucede entre los paceños y forma parte de ellos. Una novela que espera, una novela que es la espera… pero, ¿qué es la espera?, ¿tiempo perdido o tiempo que no avanza? Sin importar cuál, ser la espera es estar estancado, no moverse: la espera es no decir nada y quedarse escuchando aun cuando nada está sonando. En una novela de la espera las cosas no llegan. En una novela-espera los personajes esperan. En una ciudad de la espera, las personas esperan las cosas que saben que no llegarán. Es, quizás, por esto que una narrativa paceña impregnada de la espera no puede terminar de formar paceños definidos. O, en otras palabras, una identidad regional que intenta construirse a partir de una narrativa de la espera nunca llegará a su forma final; la identidad paceña está en espera de llegar a ser algo, pero sabe que ese algo no va a llegar, por lo que nunca inicia el camino para alcanzarlo. Sin embargo, esperar en un mundo en el que las acciones ya no sirven para nada puede ser también un acto de modificación de la percepción de la realidad: si la respuesta no va a llegar desde afuera, aún se puede buscar dentro de uno mismo.

Esperar tal vez no es una forma de perder el tiempo, tal vez sea una forma de perderse en el tiempo. Una forma de ver, no hacia adelante ni hacia atrás, pues lo que seremos nunca llegará y lo que fuimos quedó grabado en el aire que se fue con el viento; solo lo que somos aún puede pertenecernos, solo lo que somos tiene algo de real. “La memoria es un espacio donde todo puede suceder”, dice la contratapa del libro, intento de resumen atractivo pero vago de toda una novela; “la memoria es un sueño que uno puede dirigir”, pero es un lugar al que “se nos ha prohibido el acceso”. ¿Puede entonces existir la memoria, en una ciudad que ignora sus recuerdos mientras espera y que no se mueve en busca de una identidad?, ¿es la memoria el vacío que deja algo que ya no está y nunca volverá?, ¿vale la pena creer que existe la memoria?

“A veces es mejor, aunque en el fondo se haga todo lo contrario, silenciar ciertas palabras para que permanezcan y resalten más, aún sin saberlas ya que no fueron dichas, y se eternicen a través de un acertijo jamás formulado” (pág. 127). Detener el tiempo y esperar. Silenciar el tiempo hasta escuchar, en medio del ruido incesante de la ciudad, una caja de música con la melodía que suena dentro de nosotros mismos. Esta es quizás la respuesta (la no-respuesta) de esta novela-espera y de esta ciudad-espera que no termina de construir una identidad propia: esperar la llegada de la noche, mirar las estrellas y confiar en que ellas no tienen nada que decir, que solo fueron hechas para ser apreciadas por alguien.

Un perro despedazado se refleja en los ojos de una niña, una puerta abierta no es cruzada por nadie; eso es todo lo que se escucha en el mundo, todo lo que seguirá reflejándose en los ojos de esta ciudad, pues todos han perdido las ganas de moverse, de buscar mejores cosas que reflejar, y prefieren mirar ya no para fuera, sino dentro de sí mismos. Ellos apuestan, así, su tiempo, esperando en silencio un concierto que no comienza nunca. Ellos apuestan su identidad mientras escuchan un nocturno –pieza musical sin movimientos que tiene, no sujeto a cambios por el intérprete, una duración indefinida, con tal de seguir considerándose una pieza digna de contemplación– y pretenden seguir, sin buscarla, esperando suspendidos en el tiempo. Ellos solo esperan. Ellos saben que todos están esperando. Y, en medio de la espera, esperan algún día haberse encontrado (siempre en subjuntivo). Porque, aunque nadie se mueva, aunque nadie pueda moverse, al mundo le queda un sentido oculto que aún no le ha sido arrebatado: poder ser contemplado.

Y mientras eso pasa, no hay nada.

Solo silencio, un nocturno,

el sonido de una muralla

que nunca se derrumba.

(Y seguir esperando).

Fuente: La Ramona 

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Guirnalda por Fernando Rosso https://ecdotica.com/guirnalda-por-fernando-rosso/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=guirnalda-por-fernando-rosso Wed, 06 Mar 2024 14:00:50 +0000 https://ecdotica.com/?p=14317 Por Juan Cristóbal Mac Lean E. A él le hubiera encantado leer lo que yo escribiera sobre él mismo y ya lo veo ahí, en el jardín, sosteniendo las páginas impresas que yo trajese y recorriéndolas un rato, mientras miro los renovados y renacidos, pequeños prodigios del jardín. Deben ser algo más de diez años […]

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Por Juan Cristóbal Mac Lean E.

A él le hubiera encantado leer lo que yo escribiera sobre él mismo y ya lo veo ahí, en el jardín, sosteniendo las páginas impresas que yo trajese y recorriéndolas un rato, mientras miro los renovados y renacidos, pequeños prodigios del jardín.

Deben ser algo más de diez años que, dos o tres veces por semana, me detenía un rato en su casa, que me tocaba camino a la de mi padre, que también murió hace unos meses y a donde yo pedaleaba hacia el mediodía. Distancias no muy largas, calles arboladas, parques que cruzar. Llegando a la suya soltaba el silbido de siempre y al rato estábamos parados, mirando y disfrutando el jardín, al que se entraba como a un islote, un oasis escondido. Yo no me quedaba muy largo. Hablábamos mucho o poco, según el sol, según el día. Hace años que, a diferencia de otros más antiguos, tampoco ya bebíamos. De todas formas, lo veo asentir al leer eso de “prodigios del jardín” e inmediatamente me cuenta que esta mañana estuvo barriendo aplicadamente las hojas que se habían acumulado.

Compartido y cuidado por/con Carlota Salinas, su esposa y dueña de casa, el jardín era y es también como una sólida tabla de salvación en la vida, una apuesta y un rigor, un surtidor de pequeñas alegrías; flores que se abren, enredaderas que se imponen. Lo propio de un jardín, dice Hans Von Trotha, es su relación con la infinitud.

Sólo así puedo animarme a decir algo: suponiendo que le gustaría leerlo, como solía ocurrir con lo que yo llevase, y que imprimía antes de salir. Siguiendo el hilo de una charla no interrumpida bajo el gran pino, o cambiando de sitio la manguera o viendo las últimas reconstrucciones de la apacheta del jardín, siempre erguida, propiciatoria, podía ocurrir que entonces yo le pidiese, como de hecho ocurrió hace poco, que me recitase esos versos de Antonio Machado, que se sabía desde siempre y bajo cuya advocación se sostenía tan erguido:

      Con la copa de sombra bien colmada,

      con este nunca lleno corazón,

      honremos al Señor que hizo la Nada

      y ha esculpido en la fe nuestra razón.

Que Machado fuese uno de sus vates mayores era solo coherente con su voluntad de verdad adusta y de justeza, de cabalitud despojada, antiretórica. Bebió fuertemente, además, de aquellos poemas en que los versos se anudan con dichos y sentencias, cercanos al aforismo y el enunciado decidido, celebratorio de pasos y horas, lugares en sintonía con el propio corazón. Otro de sus poetas mayores era el no menos grande Jorge Guillén. Gracias a su buena memoria para los poemas que amaba, montón de veces habrá recitado ese gran poema  Los amigos de Guillén (que yo  llegué a aprenderme):

      Amigos. Nadie más. El resto es selva.

      ¡Humanos, libres, lentamente ociosos!

      Un amor que no jura ni promete

      Reunirá a unos hombres en el aire,

      Con el aire salvándose. Palabras

      Quieren, sólo palabras y una orilla:

      Esos recodos verdes frente al verde

      Sereno, claro, general del río.

      ¡Cómo resbalarán sobre las horas

      La vacación, el alma, los tesoros!

No conozco otro poema sobre la amistad que la exprese más clara y justamente. Montaigne, otro grande al que amaba, es de los que conoció la amistad y escribió sobre ella (es famosa su amistad con Bossuet, cuya temprana muerte lo dejó desolado). « Parce que c´était lui parce que c’était moi ». Francois Fédier en un ensayo bellamente titulado “La voz del amigo”, elabora más: “Montaigne llamaba “mutuo-hacerse-el-bien” /S’entre-bienfaire/, el “hacer el bien” /bienfaisance/ que llega a manifestarse entre amigos; ahora Holderlin nos da a entender que el vínculo de amistad reina “cuando nosotros nos mantenemos firmes juntos y nos decimos los unos  a los otros lo que hay en cada uno de nosotros” .

El reconocerse a sí mismo en el otro, el vibrar al unísono de los amigos, cultiva la tierra en que se vive, aligera o posibilita su propia habitabilidad y en ese “al unísono” resuena una intimidad que sale de sí y es compartida.

Nos habremos conocido cuando yo tenía veintipocos años y él nunca dejaba de recordarlo o mencionarlo: ¡soy 12 años mayor que tú! Lo conocí durante mis primeras idas a La Paz, y cuando viví allí más de diez años, siempre nos vimos con alguna frecuencia. Él ya tenía su fuerte pasado, desde el bar Averno a los amigos poetas de su generación y momento: Quino, Campero, Barriga, Díaz Astete y qué sé yo, épocas que no vi. El joven Guillermo Bedregal, prematuramente desaparecido y ya notable poeta, le dedicó su “Ciudad desde la altura”. De joven, Rosso también había conocido a Jaime Sáenz, que dejó una clara impronta en él, desde la forma de hablar y cierto histrionismo en los gestos y palabras. Le gustaba decir “asaz”, “en verdad” y, dado el caso, recitar unos versos levantando su copa toda arriba.

Siempre de sombrero, era muy cuidadoso con la propia imagen, a la manera de un hijodalgo empobrecido y elegante. Siempre vivió a salto de mata y detestaba la sola palabra trabajo. Quiso encarnar y celebrar, padecer, una “vida poética”, por apelar a tan vaga imprecisión. Celoso en la tarea ardiente y discontinua del verso, procuraba delimitar física y emotivamente sus espacios de soledad creativa: “Lo que busco se mide en mí y en mí se queda”, ya decía en su primer libro, ‘El danzante y la muerte’. Primer libro que siempre destacó en el conjunto de esos pocos y delgados que escribió. Era memorioso con sus propios versos y más de una vez lo escuché recitar estos, que son particularmente bellos:

      “Que nunca me queje de faltas ni de ausencias

      que no ponga en duda la faz dorada de mis días

      y que no me vaya con la mirada solamente,

      defendiendo mi ley y mis costumbres.”

Esas palabras, escritas hacia sus veintitantos años, no dejan de tener un aire de voto y de promesa. Y si concedemos que así sea,  no podemos dejar de observar que, a su particular manera, él nunca rompió tales votos, ni puso en duda la ‘faz dorada’ de sus días, de tal modo que siempre estuvo donde él mismo se había prometido, y que en gran parte era en la desembocadura de libros y poemas.

Para él la poesía, realmente, no se limitaba sólo a los poemas que uno leía o escribía, pues era la vida misma la que estaba trabada con la poesía, hasta el punto de que se modificase, en torno a ella, el propio modo de vivir. Como desde un resquicio o estela del romanticismo, pues, la poesía exigía su entrega, aún a costa de ciertos precios, a veces elevados. Pero siempre mantuvo su talante altivo e inspirado, celebratorio. “Ch’allar” era para él una inveterada costumbre, siempre obedecida.

Y mucha suerte tuvimos quienes lo escuchamos cantar, que él lo hacía como ninguno. Tenía una vasta memoria musical, que según la hora o la ocasión se lanzaba a  recrear tangos o rancheras, tonadas. Siempre le pedí, por ejemplo, que me cante la que empieza diciendo:

      Soy el cazador, que vive intranquilo…

 Nunca dejé de elogiarle la perspicacia auditiva y poética con que había sabido apartar y aprender algunas canciones del mexicano Guty Cárdenas, de las que también yo llegué a amar por ejemplo esa que dice : “En el fondo azul de tu mirada/hay una radiosa floración de perlas/y cuando mi amor se inclina/a recogerlas/ se hunden en los mares y en el fondo”…

Zeke al cantar, siempre ‘a capella’, lo hacía como debe ser, a todo volumen, pero obedeciendo a las pausas, las subidas y bajadas de tonos, llenándose de aire los pulmones para emprender una seguidilla ascensional, o bajando hasta el final, acompañándose algo, muy poco, con las manos, erguida la cabeza, bien puesto el sombrero.

Él mismo me contó su historia con el canto, algo a lo que le presté mucha atención. Recordaba que él se había enseñado a sí mismo a cantar. Que ni necesariamente tenía un previo “buen oído” o dotes de cantor, así como en cambio hay gente a la que esto se le da con facilidad, desde temprano. No era su caso. Pero el amor al canto, a ciertas canciones, a las letras de ciertas canciones, forzó la irrupción del canto en su propio pecho, voz, respiración. De la carencia o necesidad hizo virtud y se lanzó a cantar, fuerte, soberanamente.

Lamento mucho que nunca nos hayamos preocupado por grabarlo cuando cantaba; para cuando aparecieron los celulares en que habría sido fácil hacerlo, ya habían dejado de darse esas ocasiones, altamente bohemias, en que tenía lugar la aparición de la música.

Los últimos años nos veíamos de día, por la mañana y muy rara vez ya tuvimos esas largas farras, con declamaciones, libros, charlas, cantos. La edad iba mostrando algunos signos (murió a sus 78), pero casi hasta el final estuvo muy bien y además fueron para él, si cabe decirlo, unos años felices. Él llegó a manifestarlo a veces, aunque otras, las menos, también parecía asaltado por dudas y auto reproches. (En uno de sus últimos poemas habla de “… ese forcejeo/que aclara el corazón/mientras perder no apena” ).

Con todo y sus años a salto de mata, bien bebidos, no creo que sea inexacto decir que fue una vida que a su manera se cumplió, en sí misma y llena, alta la copa, aunque quizá desde el fondo mismo de su propio incumplimiento. Las medidas del fracaso de una ‘vida cumplida’ son las mismas que las de sus mejores logros, tal como una fotografía se revela a partir de su negativo.

Cuando íbamos en bicicleta, recorriendo la maravillosa ciclovía de Cochabamba, se confirmaba que el paseo transcurría por la que él había sabido llamar la psicovía, a cuyas virtudes atribuía todo un proceso de sanación interno que había conocido en sus primeros años en Cochabamba. ‘La bici me salvó’, le escuché decir.

Usaba mucho el lápiz y el borrador, cuadernos de esos tipo anuario, y papeles sueltos; solo al final pasaba a limpio o a máquina de escribir, lo que ya consideraba listo. Nunca ni se acercó a una computadora. Manejar con soltura el celular le tomó algún tiempo.

Manejar su soledad, su escasa o nula disposición a estar con gente o asistir a cualquier cosa, labraron su tono y sus desdenes, que a un tiempo que eran el reverso de una apariencia atildada, siempre con algún buen sombrero o gorra.

Ya no podré contarle tal cosa que acabo de leer, o tal otra que vi. Pero solo en segundo lugar se trataría de su posición como escucha, mientras lo que realmente atraviesa, atravesará estos nuevos silencios, es el carácter muy específico de ciertos temas, charlas, que teníamos juntos. Tal frecuencia particular se apaga y ciertos silencios son como otras tumbas, ya también cavadas en los campos del habla.

Y así me pasa, también, con otras personas importantes en mi vida y que ya han muerto. Hay entonces montón de silencios distintos, diversos muros de silencio en los senderos del habla, de la rememoración o las palabras. Palabras muertas, frecuencias muertas hacen su ronda por memorias y jardines trabajados, por días que también tienen sus huecos horarios en esos momentos, horas que ya no son compartidas.

Él leía todos los artículos que yo durante años iba publicando mensualmente en Letra Siete, de Página Siete. Le gustaba leerlos, a veces hasta me llamaba por teléfono después de hacerlo, y entonces me gustaría que este sea otro artículo de esos, como los que sacaba en el periódico y él casi sin falta leía. Un artículo entonces como una guirnalda, como una corona, pero también como un vaso, como un brindis.

A tiempo de leer estas páginas de pie, quizá después de haber estado regando un poco, me comenta otra vez que antes estuvo barriendo las hojas del jardín,

      Como aquel que sólo va

      para entonar su paso

      y sin buscarse

Fuente: Puño y Letra 

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Conjugando la narrativa con el ensayo en El hombre que soñaba literatura https://ecdotica.com/conjugando-la-narrativa-con-el-ensayo-en-el-hombre-que-sonaba-literatura/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=conjugando-la-narrativa-con-el-ensayo-en-el-hombre-que-sonaba-literatura Mon, 04 Mar 2024 16:10:46 +0000 https://ecdotica.com/?p=14314 Conjugando la narrativa con el ensayo en El hombre que soñaba literatura Bernard Gutiérrez El hombre que soñaba literatura. Ensayos contados, de Eduardo Scott-Moreno, es un aporte importante en varias dimensiones, quisiera referirme, al menos, a dos de ellas. Por un lado, conjuga la narrativa con el ensayo, dos géneros que no es común encontrar […]

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Conjugando la narrativa con el ensayo en El hombre que soñaba literatura

Bernard Gutiérrez

El hombre que soñaba literatura. Ensayos contados, de Eduardo Scott-Moreno, es un aporte importante en varias dimensiones, quisiera referirme, al menos, a dos de ellas. Por un lado, conjuga la narrativa con el ensayo, dos géneros que no es común encontrar en un mismo cuerpo, en este caso, dialogan orgánicamente. Por otro, hacen parte de un maridaje que invita a degustar cada sección con la convicción de que, cada sorbo y bocado cuenta, porque en ellos existen notas que esperan ser descubiertas por quien tiene la suerte –o el privilegio– de acceder a ellas.

Como el buen vino, no es de acceso universal y, por lo mismo, está reservado a paladares curiosos; su consistencia, profundidad y complejidad, desafían al lector a releer párrafos, buscar referencias, consultar fuentes, y, lo que es más importante aún, a reflexionar.

El arte en general y la literatura en particular puede y debe ser una experiencia sobrecogedora, feliz, como apunta el maestro JLB [Jorge Luis Borges], no un ejercicio vano que se cuenta por volúmenes. No son millas acumulables, la lectura –si es la indicada– no se agota con el párrafo, el capítulo, o el volumen que se ha avanzado; por el contrario, es precisamente ahí donde empieza la experiencia que, en ocasiones, se convierte en una comunión de largo plazo. Los libros no son objetos comunes, ni sus lomos están diseñados para decorar nuestros estantes o ser un suplemento para el ego. El libro –cuando tenemos la suerte de hallar el preciso– es una ventana capaz de ayudarnos a encontrar algunas respuestas o, mejor aún, plantearnos o sugerirnos preguntas que intentaremos resolver con curiosidad y determinación.

Tengo algunos ensayos/cuentos ya leídos, no he abordado tu obra de forma correlativa, voy eligiendo secciones con el mismo temperamento que decido sobre mis reservas en la cava. Quien te diga que leyó pronto, es probable que no lo haya hecho aún, o lo hizo tan a prisa que pasó por alto las innumerables claves que has dejado. Sólo voy a citar tres de las avanzadas.

1. El cuento que da nombre al libro y está dedicado al maestro Borges, no puede comprenderse bien sin estar familiarizados con los elementos simbólicos y las metáforas propias de su obra, a las que acude con frecuencia –de manera transversal, podría decirse– e, incluso, desde su condición y limitaciones físicas que marcaron la segunda mitad de su existencia. Reparar sobre ellas a tiempo de leer tu creación, enriquece el proceso y anima a reconstruir la memoria de aquel autor imprescindible.

2. ¡Que la tierra te sea leve! nos obliga a revisar dos conceptos que suelen considerarse de manera correlativa, digamos yuxtapuesta: justicia y legalidad, aunque en la práctica no existe nada más contrapuesto que tales términos. Provoca, al menos recordar –idealmente volver a presenciar– el curso de filosofía jurídica del profesor Michael Sandel (Harvard University), en el que se exponen los dilemas morales que enfrenta el sistema legal y sus actores (disponible en You Tube).

3. El principio antrópico y las trampas de la fe, ensayo con el que inauguras el libro, es provocador y nos recuerda el debate esencial sobre los dos grandes misterios: tiempo y espacio. Sé, porque te he escuchado insistir un par de veces en ello, que las creencias religiosas se inscriben, desde tu punto de vista, en el campo de la superstición. Resulta paradójico que abordes el debate precisamente desde un ángulo opuesto al de las convenciones científicas generalmente aceptadas, precisamente por eso comprendo el valor, no sólo del producto sino del proceso que ha implicado la creación de este artefacto literario. Esta temática es particularmente significativa porque la curiosidad que me inspira tiene la misma edad que los años de conciencia sobre mí mismo y el universo (multiverso) del que somos parte. Es un campo vasto, tanto como su objeto de estudio, su abordaje nos induce a revisar teorías científicas, planteamientos filosóficos y, por supuesto, tratarlos desde la literatura donde se goza de licencias inexistentes en el ámbito de la ciencia y la religión. Celebro que hayas dedicado tu tiempo y talento a un tema tan fascinante.

Finalizo reiterando que es un privilegio el tener esta obra en mis manos, e insisto con la analogía: lo estoy disfrutando sorbo a sorbo, como se degusta un gran reserva. Un homenaje, Eduardo, a tu dedicación.

(No me gusta beber solo; con tu autorización compartiré estas líneas en mi página con el propósito de invitar a otros catadores a participar de la experiencia.)

Fuente: Editorial Nuevo Milenio

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Contemplación, de Rocío Estremadoiro, reúne más de setenta textos breves https://ecdotica.com/contemplacion-de-rocio-estremadoiro-reune-mas-de-setenta-textos-breves/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=contemplacion-de-rocio-estremadoiro-reune-mas-de-setenta-textos-breves Wed, 28 Feb 2024 20:11:51 +0000 https://ecdotica.com/?p=14308 Contemplación de Rocío Estremadoiro G. Munckel Contemplación reúne más de setenta textos breves, algunos de ellos inéditos y otros —quizás la mayoría— que ya se habían publicado en su columna del periódico. Y me acuerdo bien de haber leído varios a medida que fueron apareciendo. Para mí, esto ya habla bien de Rocío Estremadoiro: primero, […]

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Contemplación de Rocío Estremadoiro

G. Munckel

Contemplación reúne más de setenta textos breves, algunos de ellos inéditos y otros —quizás la mayoría— que ya se habían publicado en su columna del periódico. Y me acuerdo bien de haber leído varios a medida que fueron apareciendo. Para mí, esto ya habla bien de Rocío Estremadoiro: primero, porque no tengo tan buena memoria y, segundo, porque entre todo lo que se publica todos los días en un periódico, es fácil que cada artículo entierre al anterior. Es fácil olvidarse de todas esas lecturas, casi siempre enfocadas en lo inmediato. Así que me dio gusto reencontrarme con ellas entre las páginas de este libro, en un formato que no sólo es más duradero, sino también más amable.

            Si bien gran parte de este libro son artículos de opinión, también hay otros textos que están escritos como pequeños cuentos, a la manera de los mitos e historias locales que forman parte de nuestro folclore. Pero todos tienen en común la mirada puesta en lo que nos rodea.

Esto es importante porque hace falta algo que justifique que varios textos compartan las páginas de un mismo libro. En cierto sentido, un buen libro es como una familia: a pesar de las diferencias que pueda haber entre sus miembros, hay algo que delata su parentesco, un hilo conductor que señala su pertenencia.

            Entre estas páginas van a encontrar textos que hablan sobre la naturaleza, en especial sobre pájaros y algunos insectos, sobre árboles y esas plantas que injustamente llamamos hierbas malas; hay otros sobre literatura, pintura, música y viajes; hay algunos que se enfocan en nuestra sociedad y en la naturaleza del ser humano, e incluso hay unos cuantos que reflexionan en torno a esa pandemia de la que todavía no terminamos de salir.

            Y, sin embargo, todo esto es resultado de la contemplación.

Al respecto, quiero leerles un párrafo del libro: «Aristóteles consideraba que la felicidad solo se alcanzaba con la “sabiduría”. La “sabiduría” implicaba ir mucho más allá del conocimiento utilitario, significaba trascender del mismo y dejar lugar para que fluya otro menos interesado y más humilde y curioso frente a lo que nos rodea. Se refería a la “contemplación”, semilla imprescindible del asombro y del cuestionamiento constante; lo que permite la filosofía y consagra la creación artística».

Hay dos palabras que quiero rescatar de esa cita: asombro y cuestionamiento. Son dos términos clave que de alguna manera funcionan como los hilos conductores de este libro.

Algunas de sus páginas son fruto del asombro y la curiosidad ante los prodigios más pequeños de la naturaleza que todavía permanecen en las ciudades, como la presencia de ciertos pájaros, los árboles nativos e incluso las plantas silvestres que sobreviven entre el cemento.

Otros de sus textos, en cambio, están escritos desde el cuestionamiento. Son una queja —y muy justificada— por lo que hacemos con el medioambiente: como si no bastara con haber perdido la capacidad de apreciar sus dones, solemos destruirlo en nombre de un mal llamado progreso.

En ese sentido, la mirada crítica de Rocío Estremadoiro nos permite entender que el lugar del ser humano no está en el centro ni en la cima de la naturaleza. Ella sabe que, como especie, somos diminutos, apenas una parte más de ese gran todo que nos rodea. Porque no somos más importantes que los animales o las plantas; somos sus pares.

Pero dejemos de lado el cuestionamiento y volvamos al asombro.

Voy a leerles otro fragmento que ilustra esta capacidad: «Uno de los aspectos más extraordinarios de las culturas de la humanidad es la inmensa creatividad al nombrar los objetos que la rodean. Los astros, los árboles, los insectos, las criaturas marinas, no hay nada que no pase por los vericuetos de la fantasía, plasmados en una pluralidad cultural que acumula cientos de designaciones, acepciones, motes, distintivos para llamar a una misma cosa».

Creo que los libros memorables pueden dividirse en dos grandes grupos. Por un lado, están esas historias tan vívidas que nos permiten refugiarnos de la realidad durante unas horas o unos días, porque es verdad que a veces hace falta descansar del mundo que nos rodea. Por otro lado, están esos libros que cada pocas páginas nos invitan a cerrarlos y nos devuelven a la realidad. Y, cuando lo hacemos, estamos dispuestos a mirar ese mismo mundo, pero a mirarlo mejor… y maravillarnos.

Si bien comparto la opinión de Rocío Estremadoiro respecto a todos los temas que toca, me quedo con esos textos que nacen de su mirada siempre dispuesta a asombrarse ante las aves más pequeñas, ante las plantas que suelen descartarse como maleza y ante esa capacidad tan bella del ser humano para nombrar todo aquello que lo rodea. Creo que esas páginas son el fuerte de este libro, que cada tanto invita a cerrarlo y prestarle atención al afuera con la mirada renovada.

Fuente: Editorial Nuevo Milenio

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Dennis Lema debuta con novela ‘Autorretrato con la oreja vendada’ https://ecdotica.com/dennis-lema-debuta-con-novela-autorretrato-con-la-oreja-vendada/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=dennis-lema-debuta-con-novela-autorretrato-con-la-oreja-vendada Wed, 28 Feb 2024 15:37:12 +0000 https://ecdotica.com/?p=14305 Por Brenda Molina El arquitecto y escritor Dennis Lema Andrade (Cochabamba, 1986) presenta su primera novela ‘Autorretrato con la oreja vendada’, una historia llena de cotidianidad y, al mismo tiempo, de ironía y humor dentro del contexto de la economía, clases sociales, paralelismos, usos y costumbres de Cochabamba. El libro será presentado al público el […]

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Por Brenda Molina

El arquitecto y escritor Dennis Lema Andrade (Cochabamba, 1986) presenta su primera novela ‘Autorretrato con la oreja vendada’, una historia llena de cotidianidad y, al mismo tiempo, de ironía y humor dentro del contexto de la economía, clases sociales, paralelismos, usos y costumbres de Cochabamba.

El libro será presentado al público el próximo 14 de marzo, en ambientes del Club Social, ubicado en la calle Bolívar, a las 19:30.

Según adelanta Lema, la historia se desarrolla en el contexto cochabambino y está llena de pasajes cotidianos como lo es la rutina misma de cualquier ciudadano. Sin embargo, en torno a ello, las letras se nutren de bastante humor e ironía.

“La novela describe un país caótico en el que los cholets de diseño surrealista se abren paso a codazos entre aburridos edificios de arquitectura occidental, incluso en los barrios más elitistas, incluso ahí están los cholets. Entones, hay una fauna de personajes; jailones acomplejados, arribistas, astutos, monarcas aimaras, mujeres voluptuosas de moral distraída, extranjeros cazafortunas, malos suegros, atropelladores y otros personajes turbios. Todos ellos se seducen y se estafan con sorprendente facilidad”, describe.

La novela es narrada en primera persona por el personaje principal, Vicente Urquidi, un arquitecto que pasa por crisis en varios aspectos de su vida personal.

“Es un glotón sin etiqueta. Él, a lo largo del relato, realiza una reflexión honesta, un autorretrato sin maquillaje, con sombra de barba y la oreja vendada como Van Gogh en sus últimos tiempos en Francia. Su reflexión va sobre el verdadero significado de la familia y la valentía para desechar a parientes problemá- ticos y rodearse de individuos imperfectos que nos inspiran confianza y cariño auténtico, y que no comparten nuestro apellido”.

Vicente, al principio, tiene muy poco trabajo por parte de las personas que suelen contratarlo; quienes son en su mayoría personas que gustan de la ‘arquitectura occidental’. Resuelve la situación ‘migrando’ de clientela al realizar cholets.

“Por otro lado, atraviesa un periodo difícil porque está en un proceso de divorcio con una boliviana-española cuya familia forma parte de los jailones acomplejados. Les molesta que Vicente no tenga plata, no tenga trabajo, que coma tanto a media mañana, a media tarde… como cochabambino. Él está siendo despreciado por su familia política y por su esposa, eso le provoca una pena enorme y es parte de su transformación, entre preocupaciones como su divorcio, quién cuida al hijito. Ambos empiezan a tener nuevas parejas, nuevas citas, cómo se convive con ellas, cómo se genera una relación respetuosa para que el niño no sufra. Va por todo eso la novela, sobre el verdadero significado de familia”, detalla Lema.

ESCRITOR

Dennis reconoce y agradece la influencia de su padre, el escritor Gonzalo Lema (Tarija, 1959), para adentrarse al mundo de la literatura a temprana edad y, hoy, como escritor.

Sus próximos proyectos literarios son una novela que desarrolla la historia de una familia de psicólogos y una publicación que reunirá los artículos de opinión que escribió en los últimos años para algunos medios de comunicación del país.

Esta novela es la primera publicación de Lema Editores, una nueva firma que es gestionada por Gonzalo y Dennis Lema.

El objetivo de esta editorial es, además de publicar los escritos de Dennis, reeditar los textos de Gonzalo, muchos de los que están fuera de circulación para que los mismos puedan volver al mercado y ser adquiridos por nuevos lectores.

Fuente: Opinión 

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Confluencia de la filosofía, la ciencia y la literatura en El hombre que soñaba literatura de Eduardo Scott-Moreno https://ecdotica.com/confluencia-de-la-filosofia-la-ciencia-y-la-literatura-en-el-hombre-que-sonaba-literatura-de-eduardo-scott-moreno/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=confluencia-de-la-filosofia-la-ciencia-y-la-literatura-en-el-hombre-que-sonaba-literatura-de-eduardo-scott-moreno Tue, 27 Feb 2024 16:41:03 +0000 https://ecdotica.com/?p=14298 El hombre que soñaba literatura, de Eduardo Scott-Moreno Marcelo Paz Soldán En El hombre que soñaba literatura. Ensayos contados, Eduardo Scott-Moreno nos presenta una colección de ensayos que exploran la confluencia de la filosofía, la ciencia y la literatura, abordando temas profundos y universales. Este breve ensayo busca sintetizar los elementos clave de la obra, […]

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El hombre que soñaba literatura, de Eduardo Scott-Moreno
Marcelo Paz Soldán

En El hombre que soñaba literatura. Ensayos contados, Eduardo Scott-Moreno nos presenta una colección de ensayos que exploran la confluencia de la filosofía, la ciencia y la literatura, abordando temas profundos y universales. Este breve ensayo busca sintetizar los elementos clave de la obra, destacando su riqueza conceptual y narrativa.
El Principio Antrópico y las trampas de la fe: Este capítulo trata sobre la hipótesis antropocéntrica del universo, explorando cómo el Principio Antrópico es producto del deseo humano de creer que la creación del universo fue realizada por un Diseño Inteligente. De tal forma que las condiciones dadas en el Big Bang permitieron la aparición de la conciencia humana. Para probar esta hipótesis cuasi-científica se utilizan principios de cosmología y filosofía de manera sesgada. Scott-Moreno analiza la visión egocéntrica del ser humano que se cree el centro de la creación, a la vez que examina el papel de la conciencia en la interpretación del universo, demostrando lógica y científicamente que el Principio Antrópico no es más que una impostura sofista, un esnobismo intelectual o un deseo de generar polémica en la comunidad científica para obtener fama personal y prestigio, más todavía si los autores trabajan en universidades o instituciones académicas.
Lázaro: Las dos muertes: Aquí, Scott-Moreno, desde la narrativa bíblica de Lázaro resucitado por Jesús, hace una narración de las sensaciones que embargan a Lázaro en el instante de su resurrección. Las sensaciones que tiene el resucitado son verdaderamente escatológicas y se profundizan en la mente de Lázaro: miedo, horror y asco por sí mismo. El cuento-ensayo es una meditación sobre la vida, la muerte y la naturaleza del milagro que presenta a Lázaro como un personaje atormentado por esta experiencia de ser rescatado de la muerte y de la putrefacción y de su temor ante una nueva muerte en su ancianidad.
Los sentidos del absurdo: Este ensayo, a pesar de su brevedad, hace un análisis profundo en el escepticismo y la desilusión que están contenidos en la narrativa del Eclesiastés. Como se sabe, este libro bíblico es una reflexión sobre la vanidad, la fugacidad de los placeres y la inutilidad del esfuerzo humano. Por esto, constituye una verdadera curiosidad en el texto del Antiguo Testamento, totalmente dominado por la doctrina del monoteísmo, sus mandamientos y profecías. Reveladoramente, Scott-Moreno indica que el Eclesiastés pareciera haber sido escrito, no por uno de los tantos profetas hebreos, sino por un filósofo griego de la Escuela Cínica. Además, el ensayo aborda cuestiones filosóficas contemporáneas sobre la existencia humana.
¡Qué la tierra te sea leve!: Narra la historia de un hombre condenado a muerte que en minutos más será ejecutado. El capítulo es una introspección profunda sobre la culpa, el arrepentimiento y la naturaleza del castigo. El protagonista, enfrentado con su inminente ejecución, reflexiona sobre su vida, el crimen que cometió y las circunstancias deterministas que lo conducen a su ejecución sin que su voluntad haya obrado en ningún momento.
Mundo/Realidad/Lenguaje: Aquí, Scott-Moreno aborda la relación entre el individuo y el mundo, y la forma en la que conocemos la realidad, cómo la interpretamos y cómo la compartimos. El capítulo explora cómo el lenguaje, tanto hablado como el pensamiento y la conjunción entre ambos, han hecho que el lenguaje constituya la mayor herramienta para comprender al mundo y al ser humano.
Saulo: El apóstata alucinado: Este ensayo examina la vida y la conversión de Saulo de Tarso, narrada en el Nuevo Testamento y que ha sido motivo de comentarios y narraciones a lo largo de la historia. Scott-Moreno analiza su educación judeo-romana, su fanatismo con la ley mosaica y su persecución a los judíos que profesaban la enseñanza de Jesús. Su viaje a Damasco, la caída del futuro San Pablo, su ceguera y la interpelación que le hace Jesús en base a frases de obras griegas que Jesús no pudo conocer, pero Saulo sí. Todo esto como producto de la epilepsia de sufría Saulo y que le hace escuchar esas palabras y ver esa luz. Posteriormente, se analiza cómo la incansable prédica del convertido Pablo ha sido la verdadera creadora del cristianismo, y cómo el cristianismo cambió la historia de la humanidad.
El obispo embalsamado: Está narrado en base a un hecho realmente acontecido: el fallecimiento de monseñor Eugenio Scarpellini, Obispo de la ciudad de El Alto, que murió de Covid-19. El obispo narra su misión pastoral en Bolivia; su actuación de mediador en los conflictos de 2019 que suscitaron la renuncia del entonces presidente del país. El cadáver embalsabado reflexiona sobre las ideologías totalitarias que anteponen la doctrina ante el ser humano y el rol de la Iglesia Católica en la defensa del ser humano.
El aprendiz de monje: Es la historia de un mundo que ha sufrido una guerra nuclear, y por ello, la civilización ha retrocedido a una era oscurantista que está dominada totalmente por la religión y las supersticiones. El joven es trasladado a un monasterio para estudiar para monje, pero al ver las estatuas de los santos en el templo, decide desertar una noche. Desde ese entonces busca el amor, el entendimiento y el significado de la vida, pero no encuentra ninguno. En su lecho de muerte, ya anciano rememora su vida.
Testamento de un desesperado: El capítulo se centra en las reflexiones de un exitoso ejecutivo en Miami que ha realizado un negocio fraudulento de venta de armas de última tecnología en el que ha sido engañado. Se enfrenta con la ruina, un juicio por estafa, cárcel e incluso su posible asesinato. Reflexiona sobre el suicidio, el lenguaje y la realidad que vive. Concluye que la realidad es una evanescencia creada por la mente y se dice: “Puede haber cerebro sin mente, pero no puede haber mente sin cerebro”; luego, se va a su apartamento para escuchar música, beber whisky y barbitúricos hasta morir.
La balsa de la Medusa: Basada en un naufragio real que el pintor francés Géricault, llevó al lienzo con ese título. Refleja cómo, entre los sobrevivientes, con el paso de los días, empieza a cundir el desaliento, la amargura y el cinismo; también las alucinaciones debido a la carencia de alimento y sobre todo de agua. El cuento-ensayo tiene un final dramático.
El hombre que soñaba literatura: El capítulo final, que da nombre al libro, tiene una dedicatoria a Jorge Luis Borges. Un hombre despierta de un sueño en el que busca a su madre. Despierta y va a su trabajo en la biblioteca de Buenos Aires, el viaje en el tranvía y todo lo que sucede durante el día está plagado por una irrealidad que difumina las cosas y las palabras. Es una exploración de la memoria en el mundo que imagina, la nostalgia, la tristeza y la saudade; todos esos acontecimientos se entrelazan con la literatura y la realidad.
El hombre que soñaba literatura es una obra que despliega un muy grande tapiz de ideas y reflexiones unidas por el lenguaje y la representación humana del mundo. Cada capítulo es una ventana a un universo de pensamiento, donde Scott-Moreno combina hábilmente la narrativa con la indagación literaria, filosófica y científica, invitando al lector a una profunda exploración del ser humano y su lugar en el cosmos.

Fuente: Editorial Nuevo Milenio

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Un testimonio de compromiso social en la obra de Gaby Vallejo https://ecdotica.com/un-testimonio-de-compromiso-social-en-la-obra-de-gaby-vallejo/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=un-testimonio-de-compromiso-social-en-la-obra-de-gaby-vallejo Wed, 21 Feb 2024 16:27:47 +0000 https://ecdotica.com/?p=14275 Por Javier Claure C. Foto: Presentación del poemario Preámbulos y ausencias de Javier Claure C. Casa del Poeta, Cochabamba 2004. De izquierda a derecha: Javier Claure, Gaby Vallejo y Guillermo Razo El mundo literario boliviano, una vez más, se viste de luto ante la triste noticia del fallecimiento de una de las plumas más destacadas […]

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Por Javier Claure C.

Foto: Presentación del poemario Preámbulos y ausencias de Javier Claure C. Casa del Poeta, Cochabamba 2004. De izquierda a derecha: Javier Claure, Gaby Vallejo y Guillermo Razo

El mundo literario boliviano, una vez más, se viste de luto ante la triste noticia del fallecimiento de una de las plumas más destacadas de Bolivia y una figura prominente en la escena literaria internacional. El sábado 20 de enero murió la escritora, Gaby Vallejo Canedo, a la edad de 82 años, en la ciudad de Cochabamba (Bolivia).

Estudió literatura en la Normal Católica de Cochabamba y Ciencias de la Educación en la Universidad Mayor de San Simón. Hizo una pasantía en Literatura Infantil en la Internationale Judengbibliotek de Múnich (Alemania). Realizó una especialidad en Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá (Colombia). Fue reconocida como Embajadora Universal de la Cultura por la Unesco, recibió el título de Doctora Honoris Causa por la Universidad Mayor de San Simón y fue miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua. Fue profesora de Lenguaje y Literatura en la Normal Católica de Cochabamba, docente de la Universidad Mayor de San Simón, encargada del Centro de Documentación de Literatura Infantil del Centro Portales (Fundación Patiño), fundadora de la Biblioteca Thuruchapitas para niños y jóvenes en donde se fomenta la lectura. Ganó una infinidad de premios como, por ejemplo, el Premio Gabriela Mistral 2022. Vallejo Canedo escribió más de 40 obras entre ensayos, novelas, cuentos infantiles, textos pedagógicos y otros. Sus dos primeras novelas «Los vulnerables (1973)» e «Hijo de opa (1977)» le lanzaron a la fama. «Hijo de opa» fue llevada a la pantalla por el director ítalo-boliviano, Paolo Agazzi, con el nombre de «Los hermanos Cartagena».

En una entrevista otorgada al periódico paceño Página Siete en octubre de 2020, dijo entre otras cosas: «De niña he tenido muchas experiencias, he sido protagonista de algunas situaciones raras y fuertes. Por ejemplo, recuerdo cuando vi salir del medio de los maizales a cientos de campesinos, armados con palos y fusiles, que entraban a las casas y destrozaban todo; tenían odio a los patrones que les habían hecho daño. Esa sensación de sorpresa y de miedo fue tan grande que  me produjo una huella espiritual para descubrir cuánta violencia puede ejercer el ser humano una vez que tiene rencor. Todo aquello golpea y más a una niña que está absorbiendo lo que pasa y que, cuando tiene la decisión de escribir, transforma toda esa sensación en un cuento o en una novela. He sido muy fiel a mi espíritu y a mi experiencia, a lo que he sentido durante mi vida entera: la rebelión campesina, las dictaduras militares, la presencia del Che Guevara y las guerrillas. No es que escribiera en ese momento precisamente, pero mi alma estaba escribiendo lo que iba a ser después mi obra literaria»

Sin lugar a dudas los momentos que vivió Gaby Vallejo desde cuando era tan solo una niña, marcaron profundamente su universo interior. Por lo descrito arriba, da la impresión que su sensibilidad se forjó a partir de una serie de experiencias y eventos históricos durante su infancia y su vida adulta. Sus denuncias contra las injusticias sociales y su compromiso por la defensa de los Derechos Humanos pueden entenderse en el contexto de su entorno sociocultural y las circunstancias políticas que vivió en Bolivia. La autora, conocida por su profundidad temática, se convirtió en un faro literario para generaciones de lectores por su capacidad para explorar las complejidades del alma humana y, sobre todo, la realidad boliviana. La presencia de la guerrilla y la figura del Che Guevara, en Bolivia, como símbolo de la lucha revolucionaria probablemente resonaron con la sensibilidad de Vallejo Canedo, y reforzaron su compromiso con las causas sociales. Por eso, precisó temas relevantes y urgentes en la sociedad contemporánea.

En algunos de sus escritos pone en tela de juicio el desafuero y las desigualdades que afectan a los más vulnerables de la sociedad, pero al mismo tiempo ofrece una mirada humanista para superar las adversidades de la vida. Cabe destacar que fue una escritora muy valiente que se enfrentó, mediante sus dos primeras novelas citadas anteriormente, a la dictadura del general Hugo Banzer Suárez, Gobierno de facto de extrema derecha que duró hasta 1978. En esas novelas exploró las consecuencias devastadoras de la represión política y la violencia institucionalizada en la sociedad boliviana por parte de la dictadura militar. A través de personajes y situaciones, mostró cómo las dictaduras afectaban especialmente a los más vulnerables y marginados, resaltando así la importancia de la empatía y la solidaridad en tiempos de opresión.

Por esas cosas buenas que tiene la vida, he tenido el honor de conocer a Gaby Vallejo Canedo. El año 2004 presenté mi poemario «Preámbulos y ausencias» en varias ciudades de Bolivia. En Cochabamba lo hice en la Casa del Poeta. Me presentó el escritor mexicano Guillermo Razo, y Gaby Vallejo fue la maestra de ceremonias. Desde entonces se convirtió en una amiga e hizo comentarios sobre mi poesía. Cada que viajaba a Bolivia, la buscaba y casi siempre terminamos en una cafetería en donde me contaba de sus proyectos literarios. Por cierto, me invitó a una velada literaria en la Biblioteca Thuruchapitas en donde adolescentes leyeron poemas y cuentos. Es justamente Gaby Vallejo Canedo, la que escribió el prólogo de mi próximo poemario que saldrá a luz este año. A decir verdad, es un verdadero orgullo contar con las palabras de una escritora tan destacada en las letras bolivianas.

Desde la distancia solíamos comunicarnos mediante correo electrónico, pero también por WhatsApp. El viernes 8 de diciembre del año pasado le envié un mensaje a su teléfono y me contestó: «Llegas en un día infausto para la literatura boliviana. Ha muerto Adolfo Cáceres Romero». La notificación repentina del deceso de Gaby Vallejo llegó a mi teléfono móvil el día 20 de enero a las 11 de la mañana. Su partida generó, en mi persona, una mezcla de emociones como tristeza, sorpresa y reflexión sobre su obra. Me negaba aceptar su viaje eterno. Habíamos hablado por teléfono antes de Navidad.

En fin, en el ir y venir de la existencia, la vida se presenta como un fugaz destello, una melodía efímera que nos acaricia el alma antes de desaparecer en la vastedad del universo. Y así, en medio de este trajinar, nos sorprende la partida de una querida escritora, como Gaby Vallejo Canedo, cuya pluma ha tejido hilos de emoción y reflexión en los corazones de muchas personas. Hoy nos toca despedirnos de ella con el dolor de la pérdida, pero también con la gratitud de sus escritos porque en cada página que escribió, dejó un pedacito de su alma, un reflejo de su sensibilidad y humanidad. A través de sus relatos, ha explorado los rincones más profundos del ser humano, y en cada línea encontramos una chispa de verdad y belleza que nos recuerda la fragilidad y la grandeza de la vida.

Hasta siempre estimada Gaby. Gloria y paz en tu tumba.

Fuente: Ecdótica 

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